Bienvenid@s a este blog que para mí sin lugar a dudas es muy especial... ¿El motivo? Que desnudo mis pensamientos



martes, 9 de junio de 2009

Pongo por testigo..


Recuerdo el aire de la noche rozar mi piel, mientras tu lengua sedienta de mí recorría todo mi ser…

Era media noche en verano y salimos como solíamos hacer, cenar, tomar unas copas y por supuesto, follar.
Estábamos en un bar tomando un Martini, sintiendo cada grado de alcohol recorrer mi sangre y dejando salir a la verdadera mujer que esconde mi interior. Jugueteaba con la bebida, lamiendo el filo del cristal de la copa y chupando mis dedos bañados en el exquisito alcohol que corría sin cesar por mis venas. Te tocaba… Te acariciaba… Te dejabas tocar… Dejabas que mi mano se escabullera por tu cuerpo, por tu entrepierna, agarrando con firmeza tu miembro, duro y erecto exclusivo para mí. Te encantaba sentirte así, mientras la gente del local era ajena a nuestro juego, o quizás no… no lo sabremos nunca, pero lo que sí sabíamos era lo que iba a pasar después de nuestra insinuación, de nuestro juego prohibido…

Teníamos que pasar a lo esperado y teníamos que hacerlo de una forma diferente, así que qué mejor lugar que follar en una azotea, desnudos, dejando que el aire sea cómplice de nuestra perversión y ante una autopista ajena a todo lo que ocurría a lo alto de un edificio?
Estaba dispuesta a eso y más y me excitaba la simple idea de poder montármelo en un lugar así y más si podía experimentar la desnudez de nuestros cuerpos, sintiendo el aire rozar nuestra piel… Así que allí me llevaste, a la azotea de tu edificio dispuesto a darme ese placer que me merecía y por supuesto, recibir lo que tanto tiempo llevabas ansiando en el bar.
Subimos excitados, emocionados y ardiendo. Era un acto prohibido y la excitación cada vez era mayor a medida que el ascensor iba subiendo los pisos. Prohibido… eso que tanto me excita, actos prohibidos que enorgullecen a las personas y que a mí me excitan hasta los límites del placer. Besos fugaces, llenos de fuerza, cuerpos calientes deseando ser tocados. Notaba todo tu cuerpo sobre mí, tu mano amasando mi pecho mientras tu otra mano invadía mi entrepierna, introduciendo tus dedos violentamente hasta el fondo de mi coño. Lamías tus dedos, llenos de mi esencia, dándomelos a mí, para que degustara mi esencia mezclada con tu saliva. Dura, infinitamente dura, echando tu cuerpo sobre mí para que notara la dureza, notara lo que tenías entre las piernas con deseo de ser lamido.

Y se acabó nuestro pequeño viaje por cada piso que el ascensor subía, dando por finalizo el trayecto y dando paso a la azotea del deseo.

Abriste la puerta mientras notabas mi cuerpo caliente detrás de ti, besando tu cuello y reclamando el placer prometido. Me llevaste hasta un rincón de la azotea que fuera cómoda para nosotros, justo enfrente de la autopista que vacilaba ante nosotros y ante la luna que nos observaba.

Me eche sobre ti, besándote con furia y frenesís. Lamía tu cuerpo, recorría mi lengua tu piel, chupando el óvulo de tu oreja, mordisqueándolo y acariciándote tu entrepierna.
Bajé sin vacilación, me arrodillé ante ti para sacar mi regalo, tu majestuosa polla esperando a ser complacida. Escupí sobre ella, lubricándola con mi saliva para agarrarla con fuerzas y masturbarla con desenfreno mientras mi boca se iba invadiendo de ella, notando toda tu carne en mi boca. Succionándola, degustándola, lamiéndola, tragándomela hasta el fondo de mi garganta. Sentía tu dureza que me llenaba, sentía tu placer, tus espasmos.
Te miraba mientras agarrabas mi pelo y empujabas tu polla hasta que entrara por completo en mi garganta y la llenaba de mi saliva. Disfrutabas mientras sentías el vaivén de mi boca, como entraba y salía, como movía con furia mi mano contra tus nalgas para introducirla hasta atragantarme.

Me agarraste del pelo y me subiste hasta que estuve a tu altura, para besarme con fuerza y apoyar mi cuerpo aún vestido contra la pared.
Me desnudaste con rabia y fuerza, desprendiéndome de mi vestido y arrancándome el sujetador y las braguitas. Dejándome desnuda mientras la luna era cómplice de nuestra perversión.
Notaba el aire acariciar mi cuerpo, el éxtasis de estar desnuda y sintiendo tu cuerpo sobre mí besándome con fuerza y rabia el cuello, dejando que tus manos recorriera cada parte de mi cuerpo, apretando mis tetas, mis nalgas…

Sin pensártelo me llevaste hasta la barandilla observando nuestro horizonte, recordando que estaba desnuda ante un mundo ajeno a todo. Desde detrás agarrabas mis pechos con fuerza, los amasabas, besando mi cuello, retorciendo mis pezones sintiendo dolor y placer al mismo tiempo, mientras notaba tu polla rozar mis nalgas… Nuestros cuerpos se unían en uno solo para sentir el placer con que habíamos estado jugando durante toda la noche. Acariciabas mi cuerpo, jugabas con tu mano sobre mi cuerpo… jugando con mi coño, separando los labios y dejando que mi clítoris sintiera el aire. Uhmmm… delicioso. Me sentía una diosa, invadida de deseo…
Me llevaste de nuevo contra la pared, me distes la vuelta para estar de espalda a ti, teniendo mi culo y mi coño a tu merced… Y me la clavaste de un empujón. Te movías con rabia y fuerza, estabas descontrolado, necesitabas llegar, necesitabas descargar toda tu leche ya y me follabas con violencia. Mientras me follabas desde detrás agarrabas mis pechos con fuerza, gruñiendo y jadeando de placer. Me envestías como un animal haciéndome sentir follada sin piedad ni compasión, dándome el placer que te exigí. Gritaba, jadeaba, gemía con todas mis fuerzas, importándome poco si nos escuchaban los vecinos del ático. Solo necesitaba correrme, solo necesitaba correrme y lo demás era efímero para mí y por supuesto para ti.
“Más, más, más!!!” te pedía constantemente, necesitaba correrme y el orgasmo estaba llamando a las puertas. No parabas de follarme, de empujar tu polla contra mí, agarrando mi pelo con fuerza contra tu pecho. “Siiii, más más!!” entrando en una oleada de espasmos y gritos mientras mi cuerpo se estremecía en un lujurioso orgasmo, en un orgasmo violento, en un orgasmo sacudido por el más puro placer.

No dejaste que dejara de gritar, ni dejaste que mi cuerpo acabara de los espasmos del orgasmo, arrodillándome de nuevo y metiendo tu enorme en mi polla, para llenarme de tu leche, caliente y espesa. Agarrabas mi cabeza contra tu polla, metiéndomela hasta el fondo y dejando que los chorros de leche chocaran contra mi garganta. Ahora eras tú el que entraste en un círculo de jadeos y gemidos, de gritos y gruñidos, de espasmos y placer. Ahora eras tú el que te sentiste un dios, complacido por su diosa.

Y todo esto con la luna y el aire de testigos y quizás… con alguien más.

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